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Ya no soy especial

Qué pena, estoy mutando, lo noto. Cada vez entiendo más cómo funciono. Empiezo a tener todas las respuestas a mis dudas existenciales más profundas, y joder qué aburrido es. Ya no puedo escuchar The Cure y relamerme las heridas mientras culpo al mundo cruel de todas mis desgracias amorosas sin sentirme tremendamente imbécil. Además, parece que últimamente siempre encuentro algo que decir para rellenar los silencios incómodos y no tener que hacer ver que cosas mucho más interesantes están pasando en mi móvil.
El otro día me crucé con un vecino en el portal, y en vez de tirar rápido hacia el ascensor esperé a que viniera! Joder hasta le sujeté la puerta! –naah esto en realidad es mentira, no nos pasemos-, pero sí, cierta consciencia social está despertando en mí. Últimamente leo el periódico. Y las páginas de política intenacional y todo, y cuando quiero decir que leo el periódico es que LEO EL PERIÓDICO. Ya llevo casi dos meses seguidos sin fallar ni un sábado de resaca de las de ultratumba… Qué me está pasando? Del sueño de ser rockstar y tocar delante de 50000 personas ya me despedí hace algún tiempo, anque todavía duele, para qué negarlo. Pero esto, esto es diferente.
Estoy empezando a descubrir que los malos polvos existen. Hasta hace relativamente poco, acorde a mi sabiduría más postpuberta un polvo era un polvo, nada podía salir mal. Sólo me bastaba con follar una noche para sentirme dueño de mi destino, poseedor de La Verdad y capaz de conquistar el universo entero. Pero, con el paso del tiempo, me estoy volviendo más exigente. Hay polvos que, efectivamente pueden valer muy poco la pena –hola, qué tal? bienvenido a la vida, Pablo- y las aventuras mediocres de una noche, los romances de pegatina no son la panacea de mis crisis de autoestima más intensas. Este hecho además me plantea otra nueva cuestión; si acabo de descubrir recientemente que puede existir el sexo no gratificante, cabe la posibilidad de que la autoimagen que tenía en plan Rocco Sifreddi no se ajuste del todo a la realidad… Cuánto me habrán mentido mis antiguos ligues?
Enfín, la cosa es que no me reconozco estos últimos días. Hay un punto de inflexión en la vida de todo ser humano en el que el cosmos se encarga de comunicarte que algo ha cambiado en ti; cuando tus padres te empiezan a parecer divertidos y hasta graciosos. Nunca pensé que ese día llegaría. Tampoco pensé nunca que me sentiría culpable por pintar graffiti y “destrozar” la propiedad privada, y la verdad es que cada vez me sabe peor plantarme un tag en la furgoneta más destartarada que encuentro aparcada a las cuatro de la mañana, suscetible a mis ínfulas ególatras más bestias.
Normalmente, hace algún tiempo, cuando salía a la calle un día cualquiera, me entraba cierto pánico escénico si no sentía que tenía mi imagen personal totalmente bajo control. Narcisista de mí, tenía que ir asegurándome cada tres minutos de que mi pelo tenía ese aire desenfadado con un toque de “me acabo de despertar y me importa una mierda lo que opines al respecto”. Pues bien, ayer bajé a comprar tabaco recién levantado en gallumbos. Con zapatillas. Con una camiseta de tirantes de Bob Esponja. Y lo más importate de todo no es que no me importase, es que no me dí ni cuenta.
 He leído por ahí que uno se entera de que se está haciendo viejo cuando ya no le excita tener público. La verdad esque estoy un poco asustado, creo que estoy empezando a convertirme en esa cosa rara y ajena que solemos llamar adulto. Empiezo a dudar seriamente de si soy tan interesante y sofisticado como siempre había creído, aunque, realmente, a quién coño le importa?

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